jueves, 15 de febrero de 2007

Historia de Sexto Grado: Primera Parte


La idea de escribir esta historia me fue revelada anoche a través de un recuerdo insistente. A todos mis lectores, les voy a advertir una cosa: si esperan una historia llena de acción, de acontecimientos y de sentido, entonces no lean más. Porque mi propósito de hoy no es el de acumular comentarios en la entrada ni pedirles que me digan lo que piensan acerca de un determinado tema planteado. Sepan disculpar, pero hoy todo eso me tiene sin cuidado. Quien quiera compartir conmigo este fragmento de mi vida, que lea y el que no, que no lo haga.
Esta es una historia que nunca conté. Solo fue contada en mi mente una y otra vez. Se trata de una historia de mi infancia, una historia de crecimiento que marcó el inicio de mi búsqueda. No prometo buenos argumentos. Tampoco buenas descripciones o una buena narrativa, algo que tal vez si he buscado en otros momentos.
Para poder comenzar mi relato necesito concentrarme y volver a ver en mi mente todos esos pequeños retazos de vida que quedaron allí y en mi corazón como fotos viejas, o pedacitos de película que, cada tanto miro en secreto. Y veo mi escuela primaria, a algunos maestros, los dos patios exteriores y el patio cubierto, con esas baldozas blancas y negras. Y me acuerdo de todos esos amigos, de los guardapolvos blancos y los chicles Bazooka que compartíamos con singular camaradería.
Cuando una persona tiene 11 o 12 años, pocas cosas importan más que la amistad y el amor. Uno es capaz de hazañas increíbles por un amigo. La lealtad es un mandato inquebrantable que nos lleva hasta el quiosco de al lado de casa para comprar golosinas por el compañero que tiene la desdicha de tener que quedarse en el comedor de la escuela, sin volver a casa para comer, como lo hacíamos unos pocos privilegiados. Estos desdichados del comedor, se agolpaban de a dos o tres, a veces cuatro, para decirme “Che, Luli, ¿me comprás Flin Paff en el quiosco de al lado de tu casa?”, “Se buenita, no me traés unos Bobaloo?”, “¿No me traerías unos chupetines?” “Traeme Sugus¿Dale?”. Y así volvía yo, con frío, calor o con lluvia, cual emisario bravo, con los bolsillos del guardapolvo lleno de todas esas golosinas que había comprado por encargo, atravesando esas larguísimas dos cuadras que me separaban de mi escuela.
Ciertamente era de lo mejor volver los lunes por la mañana a la escuela, para que mis amigos varones, sobre todo Fer, Basu y Fabi, hinchas de Boca, me esperaran en la puerta de rejas negras del cole, para gastarme por algún empate o derrota de River, tan compenetrada estaba yo en esa época con el fútbol, gracias a mi hermano mayor y la insistencia de mis futboleros amigos, que me decían: “ Que comas mucha “manteca” y te vayas a la “costa” (clarísimas referencias a algún gol de Manteca Martínez y el Beto Acosta de ese Boca del 92). Cuantos chistes y cuantas sonrisas sobre esas gradas del patio cubierto en donde nos sentábamos a charlar antes de que sonara el timbre. No vayan a pensar que hablábamos trivialidades, no señor. Los chicos nunca tienen tiempo para asuntos sin importancia.
Se respiraban amistades muy profundas en “6toA”. Qué libres nos sentíamos cuando, junto a la profe de educación física y los maestros nos dirigíamos al club La Madrid, en donde realizabamos actividades deportivas. Cuántas verdades fueron dichas en ese trayecto tantas veces transitado del club a la escuela y de la escuela al club, cuántas cosas se dijeron sobre esas veredas encantadas de Villa Devoto. Y ese sentimiento de amistad de lo más profunda y sincera nos llevaba a reunirnos más allá de las horas escolares y de los cumpleaños. Y era una rutina mágica la nuestra, esa de juntarnos por las tardes y organizar esos bailecitos. Ah…los bailecitos, muchos en casa de Tati, mi Tato, mi Santiago…

(Continuará…jeje)

6 comentarios:

Mahatma dijo...

wow! Es como revivir mi propia infacia... también en Villa Devoto! Quedo a la espera de la continuación!

BIBLIOTECARIASENSUAL dijo...

jaja , yo sòlo vivì el jardin de unfantes en Devoto, pero es hermoso recordar esos momentos
espero màs

Alfredo dijo...

Lindo compartir, no tenés que pedir disculpas por contar esas historias, lo que si te tendrás que disculpar es por el color del texto sobre fondo negro me han destrozado los ojos!! Y eso que soy de Peñarol !!

Sebastián dijo...

La historia está espectacular, pero la introducción fué muy larga ( TE CRITIQUÉ IGUAL jajajaja ) Medio blog de disculpas... cheee!. Te atajaste ante cualquier tipo de agresión, crítica u opinión fuera de lugar, jajajajaja. Sos de terror. 20 minutos de disculpas y 5 de historia. Para la segunda, tercera y cuarta parte ya tenes las disculpas, así que escribí directo....
Gracias por compartir esos gratos recuerdos con nosotros.
Un beso
Seba

Mahatma dijo...

A mí me gustó mucho la introducción... me pareció que era digna de un post para ella sola... es más, por un momento se me cruzó pensar que esta primera parte iba a ser sólo la intro y que nos iba a dejar con ganas del comienzo de la historia...

M dijo...

Comento por segunda vez. Ayer lo hice, pero Blogger me salió con un qué se yo, que había pasado un no sé qué y me borró todo lo que había escrito cuando lo fui a subir. Este hecho me hizo hervir la sangre, entré en estado de ebullición y me empaqué!

Me encantó la historia. De tu conocimiento es mi afición por los recuerdos, por revivir el pasado, aunque a veces duela. Te faltó "La Yapa", jajaja! La charla del otro día estuvo buena. La vida nos alcanzará para compartir todos nuestros recuerdos???

Besos!!!
(Nos vemos en "El bar del infierno". Servirán helado???)