miércoles, 5 de diciembre de 2012


Utopía o utopia. (Del gr. oὐ, no, y τόπoς, lugar: Lugar que no existe).

  1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.


martes, 9 de octubre de 2012

Hoy toca un recuerdo torpemente traducido en palabras que no pretende otra cosa que rendir un sentido homenaje.

Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba a donde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero lloraba frente a la estatua (…) Y el viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre. A Bolívar y a todos los que pelearon como él por que la América fuese del hombre americano. A todos: al héroe famoso y al último soldado, que es un héroe desconocido. (José Martí, 1889. La Edad de Oro, Tres Héroes.)















21 de febrero de 2012. Santa Clara, Cuba.

Día inusualmente caluroso para esta época del año. Hoy amanecí con un intenso dolor de cabeza de esos que se agravan con el calor. Tan sólo me quedan dos días en Cuba, así que no me importa, el itinerario trazado originalmente va a cumplirse a raja tabla. Aunque de algún modo sé que esta no será mi última visita a la isla, es probable que pase mucha vida y muchos años hasta que vuelva a pisar estas tierras que han llenado mi corazón de emoción y de asombro. Estoy en el tramo final de este viaje. Fueron dos semanas de ensueño, de aprendizaje y descubrimiento. Sospecho que la persona que llegó a estas tierras un 10 de febrero no es la misma que partirá en tan sólo dos días. Es que nadie que pase por aquí puede irse igual que cuando llegó. Todo aquello hasta ayer leído en libros fue tomando vida en cada museo, en cada esquina y en cada relato en primera persona. Han sido varios días de recorrer historia, historias y lugares. Esta mañana, por ejemplo, tocó el tren blindado. Es cierto lo que dicen que dicen por aquí: en esos vagones devenidos en museo aún se respira hazaña. Y esta tarde toca el Mausoleo y Museo del Che.
El bici-taxi que parte de la plaza principal realiza un largo trecho por aquella ancha avenida. Durante el recorrido, tengo el gusto de conocer a Miguel, el amable conductor que me cuenta acerca de su familia y de su vida. Resulta que también es un impecable guía turístico que comparte conmigo datos curiosos y anecdóticos de los distintos monumentos. También ofrece amablemente contactarme con un médico amigo suyo, para que me recete las medicinas que me ayudarán a terminar con mi dolor de cabeza. Estamos en medio de la charla cuando llegamos al predio del Mausoleo, tan extenso como bien vigilado. Miguel promete esperar mi regreso justo en esa esquina. En el enorme predio se erigen varios monumentos que conmemoran las proezas de los valientes guerrilleros. Por el lado izquierdo puede verse el fuego eterno encendido por Fidel en 1997, al traerse los restos de Ernesto Che Guevara desde la Higuera, Bolivia. Alrededor de la llama pueden leerse los nombres de los 39 hombres que lo acompañaron y lucharon a la par, cuyos restos también han sido traídos a medida que fueron encontrados. Subiendo las escalinatas hay pilares enormes con bajorrelieves que inmortalizan  escenas de los estoicos guerrilleros en acción y graban en la inmortalidad las frases más características del pensamiento guevarista. Sin poder evitarlo, todo aquello se me va grabando en las retinas y en la piel como si fuera un tatuaje que tan sólo va a ser visible para mí.
Llegó el gran momento. Me tiemblan un poco las rodillas y me empieza a doler el estómago, porque antes de entrar al museo vamos a ingresar al Mausoleo propiamente dicho. Hay dos chicas muy simpáticas a unos metros de la puerta de entrada. Ellas charlan con los turistas y preguntan  nacionalidades para anotarlas en sus registros. Explican que no está permitido el ingreso con bolsos o cámaras fotográficas. Hay muchas personas esperando en las escalinatas. Escucho acentos cordobeses y porteños. También hay rosarinos. Las chicas nos organizan en grupos de a 7 o 10 personas y vamos ingresando de a poco.
 No creo que haya una sensación más indescriptible que la que me invade al ingresar en este lugar. De golpe recuerdo aquel ensayo de Martí. Soy como aquel viajero lleno de polvo y cansado que llega a Caracas para ver el monumento de Bolívar, su gran héroe. El aire del mausoleo está refrigerado por aire acondicionado. Al ingresar, se escucha apenas el sonido de una pequeña cascada artificial bordeada de plantas. El silencio profundo de quienes estamos allí y las paredes de piedra le dan aún más misticismo a este reducto paganamente sagrado. Es notorio que todos estamos experimentando sensaciones similares. El silencio es apenas interrumpido por el susurro tímido de alguno. Camino unos pasos y mis ojos van recorriendo casi incrédulos las paredes grabadas con los nombres y caras de cada guerrillero caído. Son los nichos que atesoran sus restos. Y en medio de todos, rodeado de los nombres de sus amigos y compañeros, está su nombre y su nicho. El nombre del Che. Sus restos. Por unos instantes el tiempo se detiene. Mis pies están como clavados en el piso. Miro el bajorrelieve con su cara. Mis ojos empiezan a nublarse y mi corazón se llena de preguntas. Igual que aquel viajero polvoriento y cansado, siento que lo logré. Llegué hasta aquí. A mi manera, bendigo a todos y a todo lo que me haya traído hasta aquí porque hoy sé que estos muertos también son mis muertos. Se me da por pensar que, fiel a su estilo como pocos,  no le hubiera gustado tener semejante monumento erigido en su nombre. Pero eso hubiera sido compensado por el hecho de que comparte su tumba con sus más fieles compañeros. Ellos también entendieron que en la Revolución se triunfa o se muere y supieron acompañarlo hasta el fin. Eso es lo que hacen los amigos y es eso lo que exigen los más altos ideales. Y más allá de las contradicciones de la historia, del paso del tiempo o de cómo haya sido o sea interpretado su pensamiento, ese amor enorme la humanidad es inequívoco. Tal vez esa es la razón por la cual, en este viaje, al Che, lo encontré en todas partes.
De eso, no me cabe la menor duda. Lo encontré acá en su tumba y allá afuera también. Está presente en la Habana, en Trinidad, en Santa Clara, en los monumentos, en las calles, en las casas que me abrieron sus puertas y sobre todo en las personas que me abrieron su corazón…Pude ver su sonrisa en cada gesto solidario que experimenté desde mi llegada. Su espíritu se hizo presente en la indignación de aquella señora porque alguien se me coló en la fila, en cada abrazo de bienvenida, en cada charla amistosa y en esos señores viejitos que venden periódicos en la Habana Vieja. Escuché su voz en cada canción que me fue regalada frente al Malecón, en los versos dichos por Camilo y recitados de memoria, en cada historia que me fue confiada y en el saludo de cada nuevo compañero y amigo que he sumado desde mi llegada. Vuelvo a sentir su mirada llena de esperanza en las miradas de todos esos chicos con los que compartí risas, fotos y caramelos. También escucho sus palabras queriendo sembrar futuro en boca de otras bocas. Y será por todo esto que hoy llego a la conclusión de que lo único que mata es el olvido. No se muere si se ha vivido en perfecta coherencia entre el sentir, el pensar y el obrar. Tal vez esa sea  la mayor felicidad a la que pueda aspirar un ser humano. Nada es en vano si se ha luchado para que el mundo sea más justo. Lo mataron mal porque no existen balas para el alma y porque el amor a la Libertad  es resistente a cualquier munición. Sólo pudieron apagar al hombre. No pudieron extinguir el fuego de su coraje, ni su pasión, ni su coherencia. Por eso él sigue luchando en cada uno que lucha, sintiendo en lo más hondo el dolor causado por cada injusticia que se comente contra cualquiera en cada rincón del planeta. En un mundo en el cual el amor a la humanidad agoniza, él sigue con ellos, en sus corazones, luchando por cada bocanada de aire… y mandando la muerte al carajo.

domingo, 17 de junio de 2012

Sujetos Cabré. (Publicado en facebook...pero extraño mis épocas blogger)


Muchas veces, ordenar los pensamientos resulta sumamente dificultoso, especialmente cuando se pretende escribir acerca de temas que, más de una vez, nos han tenido como protagonistas. Sólo desde un lugar de tranquilidad y equilibrio puede uno pensar y razonar correctamente. Claro que en un mundo por demás carente de esas cualidades, alcanzar tal estado mental es lo más parecido a una utopía. El enojo, el rencor, la decepción y la tristeza, no hacen más que empañar las lentes a través de las cuales deben ser vistas y medidas las cosas, las personas y los hechos. Tengo que admitir que la utilidad de tales sentimientos es real porque al transitarlos se logran por lo menos dos cosas: la expresión directa o descarga de un sentir y la advertencia de que hay algo en nosotros que debemos modificar. Pero quedarse fijado en esos sentimientos nos impide el liberador y algo doloroso ejercicio de extraer aprendizajes de cualquier situación, responsabilizarnos de la parte que nos toca, aprender de los errores propios y seguir siempre mirando hacia delante sin rencores, ni tristezas ni animosidades. Con suerte, saldremos fortalecidos. En el mejor de los casos, seremos un poco más sabios y prudentes que antes. Una vez transitado ese camino, condición sine qua non, empezamos a ver el asunto desde otro lugar. Mirar las cosas desde otra perspectiva se parece a escalar una montaña. La ciudad que se encuentra al pie es siempre la misma. El alpinista que inicia la travesía y el que hace cumbre es exactamente la misma persona. Pero la visión que tiene de la ciudad va siendo muy distinta a medida que va ascendiendo. No se ve lo mismo en la base del cerro que en la mitad de su ladera, lo cual a su vez es muy diferente a ver todo el paisaje desde la cima. 
Todas estas ideas que de a poco voy ordenando me invadieron en forma conjunta y desordenada esta mañana, cuando escuché por radio que el actor Nicolás Cabré había abandonado por enésima vez a su enésima y efímera novia de turno. Me pareció algo jocosa y tentadora la idea de tomar el nombre de este actor para catalogar a cierto tipo de sujetos. Aclaro, ante la eventual queja de los lectores masculinos, que “sujeto Cabré” es una categoría también aplicable al género femenino. Después de todo, también hay muchas mujeres que se comportan de forma similar al actor en cuanto a cuestiones sentimentales.
¿Quién no tropezó, al menos una vez en la vida, con un “sujeto Cabré”? Se trata de seductores crónicos, mentirosos y ocultadores, hedonistas manipuladores y abandonadores compulsivos… La popular bloggera Carolina Aguirre escribió hace un tiempo un artículo sencillamente brillante al que tituló El veraz emocional. Allí, la autora explicaba la cantidad de dolores de cabeza que nos podríamos evitar si todos viniéramos con veraz emocional incluido. Así, ambas partes contarían de antemano con una serie de datos útiles antes de involucrarse sentimentalmente con una persona. Entre otras cosas, el imaginario informe nos aclararía con qué clase de persona nos encontramos, cuál es el tipo de vínculo que quiere tener (y si quiere o no formar vínculos) cuánto suelen durar sus relaciones y cuáles son los motivos de las rupturas. De más está decir que, si aún contando con información no favorable del otro una persona decide involucrarse sentimentalmente de todas manera…que se atenga a las consecuencias y no se queje después. A mi entender, las efímeras novias del señor Cabré cuentan con una ventaja que la mayoría de las mujeres no tenemos. Al ser este sujeto una persona pública, no son desconocidos sus desplantes, su analfabetismo emocional y su fama de imbécil. Así, la gente famosa parece tener una especie de veraz emocional o una carta de presentación que les resulta imposible ocultar. Toda mujer que elija y decida salir con él, debería saber que tiene la fecha de vencimiento sellada en la frente. ¿Qué las motiva, entonces, a estas señoritas a insistir en la idea de que pueden lograr una relación duradera con este señor? Supongo que en eso, muchas nos parecemos. Famosas y no famosas. El primer problema es que empezamos a escuchar a los Beatles mucho antes que a Janis Joplin. El segundo problema es que de chiquitas vimos películas tipo “La Bella y la bestia”. Así se nos inculcó que es nuestro deber de mujer sacar el príncipe que se oculta dentro de “la bestia”, aún cuando para lograrlo debamos someternos a sus caprichos, su mal humor, su maltrato y su repetida falta de consideración hacia nuestra persona. Créanme que dentro de ciertas “bestias” no hay ningún príncipe y si como a mí no les gusta la monarquía, a los príncipes, mejor perderlos que encontrarlos. A riesgo de exponer la salud mental y la autoestima, solemos pensar que contamos con la cualidad que hace falta para que “la bestia” cambie de actitud y nos brinde su amor. Error. Nadie cambia porque otro quiera o lo exija. Nadie cambia si no quiere cambiar y si no se esfuerza. 
¿Qué solución le damos entonces a este dilema? ¿Qué hacer ante un “sujeto Cabré”? Tengo dos respuestas o mejor dicho dos soluciones: una individual y otra grupal. La primera es práctia y factible. La segunda se pasa de idealista, pero aún así vale la pena pensarla. Solución individual: salir corriendo en dirección contraria. Tan rápido como se pueda, como si uno fuese perseguido por el peor de los asesinos seriales o por la barra brava de Chicago después de perder un partido. La solución utópica implica que las mujeres, en la medida que nos sea posible, nos solidaricemos unas con otras. ¿Qué sería de la vida sentimental del señor Cabré si todas las señoritas, en un gesto de empatía y de hermandad entre mujeres, de pronto se negaran a salir con él? Sin dudas este señor se vería obligado a pensar que hay algo en su modus operandi que ya no funciona. De esta forma, el espejo comenzaría a devolverle una imagen más cabal de sí mismo. Si el espejo hablara al mejor estilo Blancanieves, le diría : ¿Quién te pensás que sos, Nicolás Cabré? Y si leímos a Virginia Woolf porque el sábado cursamos Estudios Literarios, que también nos sirva para cuestiones prácticas. La atormentada y genial Virginia sostenía que para muchos hombres la mujer cumplía la función un espejo “con el mágico y delicioso poder de mostrarles su imagen amplificada al doble de su tamaño real”. ¿Por qué no negarse a ser ese espejo? ¿Será que en la fábrica de espejos está fallando el control de calidad? No creo que sea suficiente enviar cartas de queja al fabricante o pedir un arbitraje en Defensa del Consumidor. Propongo algo aún más radical y novedoso. Rompamos esa clase de espejos. Que no quede ni uno entero. Si al mirarse en un espejo realista al “sujeto Cabré” no le gusta lo que ve, problema de él. Eso de que romper espejos trae mala suerte es un invento viejo. Quién sabe, en una de esas es un antiquísimo rumor que lanzó al éter algún antepasado de Nicolás Cabré.

jueves, 3 de mayo de 2012

Imaginario hombre ideal…

Inspirado en las reflexiones del filósofo y poeta contemporáneo de Varela (Facundo Salvatore) he aquí mi decálogo del “imaginario hombre ideal” Mi imaginario hombre ideal… 1) Dice sánguche o “chegusán”. Nunca sandwich. Cocina rico. Prefiere la cerveza al vino y la milanesa al sushi. 2) Jamás me llama María Luz. Me dice Luz, o Luli. Preferiría inmolarse antes de llamarme “amorcis”, “bebota”, “muñeca”, “gordi”, “dulce” y demás vocativos desagradables. Me demuestra su cariño y respeto a través de su accionar cotidiano. 3) No le importa ni realiza ningún tipo de comentarios respecto a mi forma de vestir o de peinarme. 4) Se lava sus propios calzones, utiliza pañuelos descartables y realiza las tareas del hogar con habilidad y sin quejarse. 5) Bajo ninguna circunstancia pasa más tiempo que yo frente al espejo. 6) Sería incapaz de votar a Macri o a cualquier candidato del Pro. No soporta las desigualdades ni las injusticias. Siempre está del lado de los que sufren y los que menos tienen y actúa en consecuencia. 7) Gusta del fútbol y está bien versado en el tema. Sabe perfectamente cuándo se aplica la ley de ventaja y conoce la mecánica del ascenso y del descenso. También sabe quién es el cuatro de All Boys y jamás se pone celoso de Nico Cambiasso. 8) Dice “All Boys” con “a”. 9) No es necesariamente hincha de All Boys (después de todo, el hombre ideal tampoco es perfecto) pero con seguridad no es de Boca, ni de Tigre, ni de Argentinos ( en ese orden) 10) Lee mucho, piensa mucho y habla lo necesario. También gusta del cine, la música y el arte en general, pero nunca hace alarde.

martes, 17 de enero de 2012

Diálogo paranoide de esta mañana, en mi lugar de trabajo, con Vero, una de mis compañeras. (Suena serio. Tanto que no paramos de reír durante toda la charla)

V: (sonríe, como siempre. Me saluda con entusiasmo)¡Hola, Luz!¡Falta poco! ¿Cuándo te vas?
L: el nueve.
V:¡Qué buena onda!
L: Sí, ya está todo. Pero estoy bastante nerviosa:Ezeiza, el equipaje, la escala...
V: Y el avión...
L: sí, no me gusta... Una vez que esté allá, va a estar todo bien...
V: Sí, ni hablar. A mí tampoco me gusta el avión.
L: No, cuando se mueve, la gente grita...estás en el aire. Mis alumnos ya me ofrecieron drogas (¿?) para calmar la ansiedad y poder dormir en el viaje.
V: (se ríe)Buenísimo. Y claro...estás sola y pensás... Si pasa algo, van a pasar horas hasta que alguien se entere.
L: (risa)Tal cual, ¡qué triste!(nos reímos las dos).
V: Te entiendo, el año pasado me fui sola por primera vez. Y pensaba eso. Y cuando llegué me iba a pasar a buscar una combi, con un cartel con mi nombre y yo pensaba: "y si no viene, ¿cómo llego?"
L: ni hablar, a mí me va a ir a buscar un taxista con un cartel con mi nombre. Mirá si llego y no está...(risa)O la plata, mirá si me dan billetes truchos.
V: Ah, mirá, esa no la había pensado nunca.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Por estos días yo recordaba que un año atrás estábamos despidiéndonos. Junto con mi adiós te regalaba aquella copia del recital de Paul McCartney al que lamentabas tanto no haber podido asistir. Las cosas ya estaban demasiado claras para mí. Y con esa lucidez que sólo surge luego de una gran confusión, el camino se puso dolorosamente claro. Digo doloroso porque muchas veces, las decisiones correctas son las más difíciles de tomar. Aunque parezca contradictorio, sé que vas a recordarme justamente por eso. Ya no quedaban dudas respecto a qué hacer. Cuántas cosas que no hablamos y sin embargo para entonces, ya estaba todo dicho. Por esos días venías cargando una mochila demasiado pesada, y yo decidí dejar la mía a un costado para ayudarte con la tuya. La sensación de estar desmoronándome no me quitó la fuerza para abrazarte y sostenerte en el momento más difícil. Ojalá hubiese podido hacer algo más por vos. Entonces, dijiste todo lo que hasta ese momento habías estado ocultando. Tus ojos, que hasta ese día habían esquivado algunas verdades, se volvieron de lo más transparentes. Percibí tu alivio al decirme lo que te habías estado guardando. Y entendí por fin el por qué de tantas cosas que parecían no tener sentido. Siempre supe que faltaban piezas en ese rompecabezas y siempre supe que, al final, para bien o para mal, la verdad se presenta ante quienes desean conocerla.
Me estaba acordando de tu amabilidad, tu cortesía y tu gratitud; esas características tan tuyas y tan difíciles de encontrar. También me acuerdo de tu guardapolvo blanco y de esa sonrisa que me atrapó para siempre. Es que nunca había imaginado poder encontrar un hombre tan hombre como vos; un hombre con todas las letras, de esos que yo digo que ya no hay más. Encima de perfecto, te gustan los Beatles. A mí me divertían nuestras charlas de lunes, y darme cuenta de que reparabas en todo lo que yo decía. Nadie puede negar lo que se percibía en el aire. Nunca voy a olvidarme de esas discusiones de fútbol que vos mismo iniciabas, y estoy segura de que pensaste en mí con una sonrisa durante la última fecha del torneo cuando se enfrentaron nuestros equipos. Siempre me acuerdo de nuestros debates acerca de Winston Smith de 1984 y de las largas charlas que abarcaban desde los temas más triviales hasta el libro de Relatividad que me prestaste y me alentaste a que leyera para que, definitivamente, le perdiera el miedo a la física, aquel viejo fantasma del colegio secundario.
¿Te habrás dado cuenta de que la valentía fue toda mía? De todas formas, no te juzgo. Ni ayer, ni hoy ni nunca. Se me ocurre pensar que, a veces, llegamos demasiado tarde a la vida de ciertas personas. Y la vida real, con sus vueltas y complicaciones, está lejos de parecerse a un cuento con final feliz. Y así fue que al comprender todo esto, me alejé de vos aunque de algún modo te llevé conmigo para siempre. Fue difícil dejar de pensarte y juntar mis pedazos para reinventarme. Pero afortunadamente, nunca fui alguien a quien le guste vivir en la tristeza permanente o pasar más tiempo en el dolor del que un duelo necesario y sano amerita. Y esta nueva versión de mí, recibió tus noticias con una sonrisa. Qué bueno saber de vos. Y aunque la vida ya me puso en otro lado, fue grato que me pensaras en el momento justo en el que yo me preguntaba si aún me recordabas. Inventaste cualquier excusa para saber de mí y yo supe agradecer tu gesto. Pero ahora me despido otra vez, y no sé hasta cuándo, deseando que nunca pierdas todo eso que te hace tan especial y sabiendo que voy a reencontrarte cada vez que escuche Radiohead. Me vuelvo a ir queriendo encontrarte en algún otro tramo de la vida y del planeta, pidiéndole al destino que el futuro que construyas te regale toda la felicidad que merecés en tu vida. Que siempre seas lo que debas ser, que seas muy feliz y que siempre te sientas libre.

domingo, 23 de octubre de 2011

Tengo un sueño grande. Enorme. Grandote como una casa. Y es de la clase de los que no se esfuman ni se escurren entre los dedos. Porque esta vez, cumplir mi sueño sólo depende de mí. Sueño y sueño despierta todos los días, con un poco de vértigo pero el paso bien firme. Y cada paso, es un paso hacia adelante. A diferencia de otros sueños, no es un horizonte distante que se aleja más con cada paso. Cada vez que lo pienso se me dibuja una enorme sonrisa en la cara. Soñar es cosa de valientes. Sobre todo cuando se sueñan cosas grandes :-)