jueves, 7 de abril de 2011


Son las 19 horas del viernes 1 de abril y estoy saliendo de la escuela. La humedad se levanta del piso cerrando la semana laboral con una atmósfera espesa. Una sensación extraña me invade el cuerpo y la mente desde que abrí los ojos por la mañana. Me cuesta pensar en otra cosa que no sea la noche de hoy. Me siento inquieta, un poco nerviosa y algo angustiada. Pienso en esto mientras doy la última vuelta de llave y me despido en piloto automático de mis compañeras. Ya empiezan a caer las primeras gotas y yo tengo que apurarme porque en media hora Ale me va a llamar a casa y todavía no pasé por las flores.

¡No te puedo creer que ya cerró! Me apuro al segundo puesto de flores más cercano y misión cumplida. Ahí viene el 80. Menos mal…

La verdad es que no sé si hice bien. Quién sabe si Sergio de verdad quiere venir. Para colmo, no hay modo de saberlo. Sólo espero no estar forzándolo a hacer algo que en realidad no quiere. Supongo que si realmente no quiere, no va a venir. Después de todo, sabe que ya arreglé para encontrarme con JT, quien me dijo que va todos los años.

Ya estoy en casa. Apoyo la mochila en el suelo y es instantáneo. Suena el teléfono.

“Hola, Luz. Te pasamos a buscar,” me dice Ale.

Y de repente, una tormenta se desata con furia. La lluvia golpea sin piedad el asfalto y las veredas. Así también golpea la memoria, sin darnos tregua. El viento arremolina su dirección sin una trayectoria aparente. Así también se sacuden interiormente las emociones y los recuerdos. Qué cosa que siempre llueve para el 2 de abril…

Llueve afuera y adentro siempre.

Tal vez esta agua que cae del cielo sirva para limpiar las lágrimas invisibles de los que, de tanta tristeza, ya no pueden ni llorar. Ojalá que sí. O que por lo menos empape a unos cuantos desmemoriados.

Y escampa, como dice Ale. Al rato no llueve más.

Ya es hora de salir. En el viaje desde casa a Plaza San Martín, hablamos de cualquier otra cosa. Nos reímos. Hacía mucho que no veía a mis tíos. Sergio parecía estar más animado que el año pasado y Ale siempre de buen humor. O será que los hice reír cuando les conté que al día siguiente iría a la cancha a ver al Albo. “Chony, no me quiero ir a la B,” le digo a Sergio. Y él no puede evitar la carcajada.

Llegamos a la plaza un poco demorados por el tránsito. “Nadie va a estar hoy sin escarapela, eh?” les digo, mientras les doy a elegir entre unas cuantas que tengo en la palma de mi mano. Se ríen ante mi insistencia y finalmente se colocan una cada uno, después de ofrecer poca resistencia. Vemos diferentes agrupaciones de ex soldados, familiares, la banda de Patricios y algunas personas que iban pasando por ahí y se quedan un ratito para escuchar los discursos. En seguida aparece Jorge, siempre hiperactivo, con su amigable sonrisa de siempre y me saluda con un abrazo. Todos charlan animadamente y otros ex soldados se acercan a saludar al tío Chony. Me alejo un poco del grupo porque viene el minuto de silencio. Y después el himno.

NECESITO ese minuto de silencio.

QUIERO cantar el Himno.

Y después de ese silencio compartido con extraños y amigos el aire de la noche rompe el silencio con esos acordes tan familiares que preceden a la canción patria.

Ahora viene la parte más difícil. Con Ale vamos del brazo. Porque de a dos es más fácil. Sobre las placas de mármol, los 649 nombres de esos primeros que jamás volvieron. Deslizo la mirada y la punta de mis dedos sobre las placas como queriendo abrazarlos a todos. Respiro profundo como para evitar que se me escapen esas lágrimas que ya están nublándome la vista.

Si pudiera darles las gracias y decirles lo importantes que son y serán para mí…

Mientras tanto Ale busca el nombre de un amigo de Sergio, pero en su lugar, encuentra el de otro de sus compañeros. Cuántos más que ellos se llevó esta guerra. Cuántos más se sigue llevando. Y sí, pienso en Chiquito. Ojalá que su nombre también quede escrito en alguna parte. Allí dejamos las flores. Pequeña ofrenda para cortar con tanto olvido. Y para romper con tanto dolor, la frase que nos deja Sergio como legado:

“Ni un minuto de silencio. Toda una vida de lucha.”

4 comentarios:

Alejandra dijo...

Dios...
Cuantas coincidencias sin haberlas dicho!
Entendiste, como yo pensaba, eso de " va a escampar" que sienten algunos corazones Ja! una vez pensaba mientras estaba bañándome en el mar que bueno era el hecho de poder llorar sin que se notara que lo estaba haciendo.
Y, la lluvia ayuda...
Ti tío es asi. Tan poco demostrativo pero tan lleno de cosas por dentro. Eso tambien siempre lo supiste entender.
Cuánto te debo...desde tus risas hasta tus silencios.
Que mas agregar?
Que te quiero muchísimo, mas de lo que imaginas...

Miguel Barrios Payares dijo...

Me gusta mucho este remate: "Ni un minuto de silencio. Toda una vida de lucha.”

Siempre es placentero leerte.

Pasa un buen día. Por cierto, bastante melancólico el post. Debe ser por la lluvia. La lluvia siempre es triste.

Luz dijo...

Ale, el tío demuestra con los ojos. Hay que saber mirar :-)
Yo tb los quiero más de lo que imaginan!!

Mike: Gracias totales :-) Besos a vos!!

Marcelo Alfaro dijo...

Muy bueno!!