domingo, 17 de junio de 2012

Sujetos Cabré. (Publicado en facebook...pero extraño mis épocas blogger)


Muchas veces, ordenar los pensamientos resulta sumamente dificultoso, especialmente cuando se pretende escribir acerca de temas que, más de una vez, nos han tenido como protagonistas. Sólo desde un lugar de tranquilidad y equilibrio puede uno pensar y razonar correctamente. Claro que en un mundo por demás carente de esas cualidades, alcanzar tal estado mental es lo más parecido a una utopía. El enojo, el rencor, la decepción y la tristeza, no hacen más que empañar las lentes a través de las cuales deben ser vistas y medidas las cosas, las personas y los hechos. Tengo que admitir que la utilidad de tales sentimientos es real porque al transitarlos se logran por lo menos dos cosas: la expresión directa o descarga de un sentir y la advertencia de que hay algo en nosotros que debemos modificar. Pero quedarse fijado en esos sentimientos nos impide el liberador y algo doloroso ejercicio de extraer aprendizajes de cualquier situación, responsabilizarnos de la parte que nos toca, aprender de los errores propios y seguir siempre mirando hacia delante sin rencores, ni tristezas ni animosidades. Con suerte, saldremos fortalecidos. En el mejor de los casos, seremos un poco más sabios y prudentes que antes. Una vez transitado ese camino, condición sine qua non, empezamos a ver el asunto desde otro lugar. Mirar las cosas desde otra perspectiva se parece a escalar una montaña. La ciudad que se encuentra al pie es siempre la misma. El alpinista que inicia la travesía y el que hace cumbre es exactamente la misma persona. Pero la visión que tiene de la ciudad va siendo muy distinta a medida que va ascendiendo. No se ve lo mismo en la base del cerro que en la mitad de su ladera, lo cual a su vez es muy diferente a ver todo el paisaje desde la cima. 
Todas estas ideas que de a poco voy ordenando me invadieron en forma conjunta y desordenada esta mañana, cuando escuché por radio que el actor Nicolás Cabré había abandonado por enésima vez a su enésima y efímera novia de turno. Me pareció algo jocosa y tentadora la idea de tomar el nombre de este actor para catalogar a cierto tipo de sujetos. Aclaro, ante la eventual queja de los lectores masculinos, que “sujeto Cabré” es una categoría también aplicable al género femenino. Después de todo, también hay muchas mujeres que se comportan de forma similar al actor en cuanto a cuestiones sentimentales.
¿Quién no tropezó, al menos una vez en la vida, con un “sujeto Cabré”? Se trata de seductores crónicos, mentirosos y ocultadores, hedonistas manipuladores y abandonadores compulsivos… La popular bloggera Carolina Aguirre escribió hace un tiempo un artículo sencillamente brillante al que tituló El veraz emocional. Allí, la autora explicaba la cantidad de dolores de cabeza que nos podríamos evitar si todos viniéramos con veraz emocional incluido. Así, ambas partes contarían de antemano con una serie de datos útiles antes de involucrarse sentimentalmente con una persona. Entre otras cosas, el imaginario informe nos aclararía con qué clase de persona nos encontramos, cuál es el tipo de vínculo que quiere tener (y si quiere o no formar vínculos) cuánto suelen durar sus relaciones y cuáles son los motivos de las rupturas. De más está decir que, si aún contando con información no favorable del otro una persona decide involucrarse sentimentalmente de todas manera…que se atenga a las consecuencias y no se queje después. A mi entender, las efímeras novias del señor Cabré cuentan con una ventaja que la mayoría de las mujeres no tenemos. Al ser este sujeto una persona pública, no son desconocidos sus desplantes, su analfabetismo emocional y su fama de imbécil. Así, la gente famosa parece tener una especie de veraz emocional o una carta de presentación que les resulta imposible ocultar. Toda mujer que elija y decida salir con él, debería saber que tiene la fecha de vencimiento sellada en la frente. ¿Qué las motiva, entonces, a estas señoritas a insistir en la idea de que pueden lograr una relación duradera con este señor? Supongo que en eso, muchas nos parecemos. Famosas y no famosas. El primer problema es que empezamos a escuchar a los Beatles mucho antes que a Janis Joplin. El segundo problema es que de chiquitas vimos películas tipo “La Bella y la bestia”. Así se nos inculcó que es nuestro deber de mujer sacar el príncipe que se oculta dentro de “la bestia”, aún cuando para lograrlo debamos someternos a sus caprichos, su mal humor, su maltrato y su repetida falta de consideración hacia nuestra persona. Créanme que dentro de ciertas “bestias” no hay ningún príncipe y si como a mí no les gusta la monarquía, a los príncipes, mejor perderlos que encontrarlos. A riesgo de exponer la salud mental y la autoestima, solemos pensar que contamos con la cualidad que hace falta para que “la bestia” cambie de actitud y nos brinde su amor. Error. Nadie cambia porque otro quiera o lo exija. Nadie cambia si no quiere cambiar y si no se esfuerza. 
¿Qué solución le damos entonces a este dilema? ¿Qué hacer ante un “sujeto Cabré”? Tengo dos respuestas o mejor dicho dos soluciones: una individual y otra grupal. La primera es práctia y factible. La segunda se pasa de idealista, pero aún así vale la pena pensarla. Solución individual: salir corriendo en dirección contraria. Tan rápido como se pueda, como si uno fuese perseguido por el peor de los asesinos seriales o por la barra brava de Chicago después de perder un partido. La solución utópica implica que las mujeres, en la medida que nos sea posible, nos solidaricemos unas con otras. ¿Qué sería de la vida sentimental del señor Cabré si todas las señoritas, en un gesto de empatía y de hermandad entre mujeres, de pronto se negaran a salir con él? Sin dudas este señor se vería obligado a pensar que hay algo en su modus operandi que ya no funciona. De esta forma, el espejo comenzaría a devolverle una imagen más cabal de sí mismo. Si el espejo hablara al mejor estilo Blancanieves, le diría : ¿Quién te pensás que sos, Nicolás Cabré? Y si leímos a Virginia Woolf porque el sábado cursamos Estudios Literarios, que también nos sirva para cuestiones prácticas. La atormentada y genial Virginia sostenía que para muchos hombres la mujer cumplía la función un espejo “con el mágico y delicioso poder de mostrarles su imagen amplificada al doble de su tamaño real”. ¿Por qué no negarse a ser ese espejo? ¿Será que en la fábrica de espejos está fallando el control de calidad? No creo que sea suficiente enviar cartas de queja al fabricante o pedir un arbitraje en Defensa del Consumidor. Propongo algo aún más radical y novedoso. Rompamos esa clase de espejos. Que no quede ni uno entero. Si al mirarse en un espejo realista al “sujeto Cabré” no le gusta lo que ve, problema de él. Eso de que romper espejos trae mala suerte es un invento viejo. Quién sabe, en una de esas es un antiquísimo rumor que lanzó al éter algún antepasado de Nicolás Cabré.

2 comentarios:

Carlos dijo...

Tú dile que regresas enseguida,
que vas a ver si llueve
y corres hasta quedarte sin aliento.

Para evitar la maldición del espejo hay que romperlos con la mano izquierda.

(cómo que ningún masculino te escribió un soneto??, lady Zara, me parece que está frecuentando el club de hombres equivocados)

Besos sin cabreína.

Luz dijo...

Chary! Muy sabio tu consejo!! Todos por un mundo sin cabrés y sin cabresas, jaja!! A Romper espejos con la izquierda, con la derecha y con los pies también!! Esos hombres vinieron a mí sin que los buscara!! Caí en sus trampas más de una vez, de eso me hago cargo. Ya aprendí a correr, no habrá próxima vez ;-)
PD: ADORO ese soneto que me escribiste :-)